El verano es una época del año de cambios de todo tipo y nuestros buenos hábitos alimentarios que hemos llevado todo el año pueden verse afectados. Nuevos horarios, vacaciones, calor y viajes son elementos que pueden llegar a hacer que nos relajemos a la hora de escoger nuestros alimentos y adoptemos una dieta que nos pueda provocar problemas gástricos, aumentos de peso y así perder todo el esfuerzo que hemos hecho durante el año por mantener una dieta sana y equilibrada.
En épocas de calor el cuerpo agradece las comidas ligeras y refrescantes. Las frutas y verduras típicas del verano, con un elevado contenido de agua, vitaminas, minerales y otros nutrientes esenciales para nuestro organismo, sacian nuestra hambre y sed y contribuyen a mantener nuestra piel bien nutrida e hidratada. Además, su aporte en fibra permite que saciemos el apetito y potencia un óptimo funcionamiento del intestino. Además, su riqueza en antioxidantes naturales protege nuestra salud.
El ritmo de vida que llevamos nos hace que cada vez consumamos comidas envasadas y alimentos ultraprocesados, una costumbre cada vez más arraigada en nuestra forma de vida, que aunque de vez en cuando se haga, se aconseja consumirlos lo menos posibles.
La alimentación es educación y por ello, la nutricionista Mercedes Montejano recomienda que los padres inculquen a los niños a comer fruta y verdura pero lo más importante es que ellos vean como los adultos también la comen.